5.5.21

Irene Vallejo Premio en La Rinconada

A la vez que Madrid expresaba a través del voto la forma de vida que quería, representada en cada una de las opciones políticas, se celebraba en La Rinconada, un cercano pueblo a Sevilla, un encuentro con Irene Vallejo, la autora del celebrado “El infinito en un junco”, y el escritor Fernando Iwasaki.
A lo largo de casi dos horas asistimos a una conversación sosegada sobre los cuentos y la lectura, los libros y las aventuras, las ensoñaciones, los escudos salvadores de la tristeza, la soledad, el acoso, el silencio, la injusticia. Y como obra de encantamiento, ese mismo que produce el cuentacuentos con su auditorio, entre el silencio respetuoso de los asistentes, Irene fue llevándonos en ese tono risueño, calmado, que la caracteriza, por esos mundos de héroes, de solidaridad, amor, entrega… sin estridencias, pero con la firme convicción de forjar una tierra inmune al dolor y el desencanto donde reina la justicia y la alegría (cuánto se me parece a D. Quijote…)
Con ese dominio de la etimología tan exquisito, inició su discurso agradeciendo a las personas interesadas por la cultura “palabra procedente de cultivo” por ser “jardineros de las palabras”. La cultura, un proceso lento, silencioso y solitario que permite adentrarnos por los recovecos de otras mentes para explorar, conocer y llenar las nuestras.
Al salir de ese espacio, relajada, como después de un balneario con masajes para el alma… los primeros resultados de las elecciones de Madrid mostraban la otra realidad, la cotidiana, la que venimos experimentando en los últimos tiempos, la del exabrupto, el ruido, las palabras agresivas, el insulto y el grito.
Los resultados al final de la noche ratificaron esa realidad y asistimos al triunfo de una opción política que desprecia la educación, la sanidad, los servicios públicos, la ayuda a los más débiles; que baja los impuestos a las grandes fortunas y a los más ricos, que perdona a los corruptos, que defiende el individualismo más absoluto, el “sálvese quien pueda” y “a mí solo me importa lo mío”. Así que Viva la Libertad para hacer lo que yo quiera, para elegir el bar, la cerveza o la fiesta que yo quiera… para lo demás… VIVAN LAS CADENAS… La misma situación desde el s. XIX
Ante el temporal indomable: resguardarse, protegerse, cuidarse, como hacía la niña Irene cuando era acosada en el colegio, refugiarse en todos esos mundos de los aparentemente derrotados pero que, sin embargo, fueron el depósito de esas semillas latentes que volverán a surgir fortalecidas con la temperatura, la lluvia, la dedicación y el amor adecuados. Esas semillas que forjaron ese mundo extraordinario que Irene nos devuelve, ahora fortalecida, cuando sus tormentas, sus temporales, han amainado y el viento suave empuja con serenidad su nave. Que así sea
 

 

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