Cuando
las voces de la emoción y la ilusión, se unen a la delicadeza del
sentimiento y la energía del torrente desatado de unas gargantas, la
piel se eriza inevitablemente.
Si ello se escucha en el marco
extraordinario de un patio renacentista una noche de verano, con la
brisa marina colándose entre los arcos... no puede más que reconocerse
la existencia de algo mágico
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