Hace ya casi treinta años que estuve aquí por primera vez, gracias a la excursión del instituto con mi profesora de Literatura española, Juana García Linares , y me sigue emocionando volver a pasearme por los espejos cóncavos, aunque tenga poco héroe y mucho menos de clásico. Al final, siempre acabo en la cuesta de Moyano, como entonces.
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