11.5.17

A Coruña 1

Mientras nos adentramos en la ciudad nos atrajo el sonido inconfundible de los tambores de las procesiones de Semana Santa y nos vimos inmersos en la festividad del momento: una procesión que salía de una iglesia justo al lado del Museo Militar.

La iglesia y el ejército tan unidos como siempre compartiendo espacios y actos producen unas imágenes que para una persona profana causarían estupor.

 
Los cañones en la misma puerta, decorado de este escenario que representa el desfile para la ejecución de una víctima inocente.  


Me sigue resultando contradictorio ese recordatorio anual de la tortura y sacrificio de Jesús, un hombre con un mensaje de amor y paz que serviría para salvar el mundo. Y por otro lado los actos de las mismas personas que desfilan en las procesiones y son cargos públicos, cuya labor no tiene nada que ver con ese mensaje de paz y amor. Desde la iglesia como institución, ocupada en la pompa y los fastos, hasta la mayoría de la clase política, que utiliza el poder para su medro personal y olvida el objetivo para el que fue elegida: mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía.
 


¿Qué pasará por la cabeza de ese niño vestido de guardia civil como su padre caminando a su lado sin levantar la cabeza?
 

Niños y niñas con su propio paso ya adiestrados desde pequeños para seguir el peso de la tradición.



Eso sí, igualdad de hombres y mujeres: como costaleras descalzas, en la banda de música, como penitentes..






 
Los días posteriores descubriríamos que el casco antiguo de la ciudad está ocupado por cuarteles, o instituciones militares, e iglesias y conventos, compartiendo plazas con caserones de piedra de antiguas familias nobiliarias.


Menos mal que aquí se vive la Semana Santa de manera muy “ligera” y ello nos permitió callejear sin encontrar nigún otro evento más.
 

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