9.5.17

A Coruña


Decía María Zambrano “las ciudades dan mucho, pero exigen dejar prenda”

Visitar una ciudad nueva, o tras muchos años, es un ejercicio de amor: amor a la aventura de lo desconocido, amor a la sorpresa de una calle, de una esquina, de un recodo, de una sombra proyectada sobre una pared, a veces blanquísima, otras doradas, otras manchadas con el musgo del invierno.
Para visitar una ciudad nueva hay que llevar la mente limpia, los pies descansados, el tiempo guardado en el bolsillo y los ojos adiestrados para dejarse llevar por la fuerza de la luz.
La ciudad nos entregará tanto como seamos capaces dar.

Recientemente hemos pasado unos días en A Coruña, ciudad por la que “pasé” hace unos cuarenta años y de la que solo recordaba la visión ligera de los balcones acristalados de su bahía. La disposición con la que llegamos, tranquilidad y sosiego, y la serenidad que aporta la madurez, nos ha permitido descubrir una ciudad que se ha convertido en “una de nuestra ciudades donde podríamos vivir el resto de nuestros días”

Su disposición geográfica, una montañosa península en plena Costa de la Muerte, ofrece la particularidad de disfrutar del abrigo de la bahía, con un puerto luminoso donde los barcos se mecen suavemente resguardados los días de un mar alterado,
o se convierte en un caleidoscopio que juega a desdoblar las siluetas ligeramente estremecidas por la suave brisa de la tarde;

Y al otro lado del istmo unas playas amplias que abrazan al mar abierto desde Riazor a Orzán…

Playas urbanas para la molicie de los días soleados de verano (aunque bañadas a veces por un mar que seduce peligrosamente hasta llevarse su cuota de vidas imprudentes cada año.


Una hora después de pasear por ellas unos jóvenes jugaban al fútbol y al meterse en el agua tras la pelota el mar se quedó con la vida de un chico de 17 años). 
Hoy un paseo marítimo de 14 km permite pasear, caminar, correr, con la presencia permanente del mar como compañero todo el año.



Los días espléndidos que vivimos fueron de una temperatura perfecta, con algunas variaciones del viento, que nos llevaban de la playa más abierta al puerto más resguardado. El invierno será otra cosa, suponemos, aunque no es una ciudad fría, según las informaciones turísticas.

4 comentarios:

magarli dijo...

Emocionante relato hermana, besos

Ana dijo...

Un relato impecable como nos tienes acostumbradas, pero además lo acompañas con unas maravillosas fotos llenas de color y realismo. Mis felicitaciones compañera.
Ana

Unknown dijo...

Que cosas tan hermosas escribes Juana. Ahora me gusta mas A Coruña . Felipe dice q se quedaria a vivir en esta ciudad. Yo tiro mas para el campo d sus alrededores, sus distintos verdes sus cielos a veces encapotados y ahora sus flores, camelias gigantes, magnolias y hortensias insolitas de frondosidad, glicinias.... y su mar a veces tranquilo a veces bravo...

Juana G. Linares dijo...

Muchísimas gracias hermana, Ana y Esperanza.