2.6.17

A Coruña (4) Mujeres: Emilia Pardo Bazán





Frente a la iglesia de Santiago, en A Coruña, nos encontramos la casa de Emilia Pardo Bazán. Dedicamos una mañana a visitar la casa, hoy además sede de la Academia Galega.

 
Si hay una figura femenina de finales del s. XIX y principios del XX que destaque en el panorama cultural español  fue Emilia Pardo Bazán, (A Coruña 1851- Madrid 1921), novelista, periodista, ensayista, crítica literaria, poeta, dramaturga, traductora, editora, catedrática y conferenciante española, introductora del naturalismo en España.  Hija única de una familia nobiliaria, recibió una esmerada educación de su padre que le inculcó las primeras ideas de igualdad de derechos de las mujeres.
Hoy destacamos su papel de mujer adelantada a su tiempo, no solo en la literatura sino como defensora de la equidad. Sufrió constantes ataques de los hombres escritores de su época que impidieron su acceso a un sillón de la Academia de la Lengua española a pesar de la calidad de su obra. (Repárese en los nombres que rechazaron su solicitud)

 

Fue la primera escritora que reivindicó la escritura como medio de vida y de independencia  de las mujeres, y así lo hizo tras separarse de su marido: 

«Me he propuesto vivir exclusivamente del trabajo literario, sin recibir nada de mis padres, puesto que si me emancipo de cierto modo de la tutela paterna, debo justificar mi emancipación no siendo en nada dependiente; y este propósito, del todo varonil, reclama en mí fuerza y tranquilidad»




Ella profundizaría en esas ideas y hoy es considerada una de las precursoras del  feminismo en España. Reivindicó la instrucción de las mujeres como algo fundamental  y dedicó una parte importante de su actuación pública a defenderlo:


“Instrucción, instrucción, instrucción, equidad, equidad, libertad, acceso á todo; que la mujer pueda hacer cuanto la permitan sus facultades, sin tropezar en preocupaciones ni en caprichosas trabas”.

Defensora del trabajo literario, se impuso como disciplina escribir 15 cuartillas diarias, por el papel transformador de la escritura su ingente obra aún no ha sido totalmente estudiada. 

Innovadora con su novela "La tribuna" donde introduce la nueva corriente europea, el naturalismo, y el tema social con el papel de Amparo, una mujer en un trabajo industrial, la fábrica de tabacos, y el relato de una huelga de esas trabajadoras que luchan por obtener mejoras laborales. 


 Mitifica la ciudad de A Coruña bajo el nombre de Marineda en su novela “La piedra angular” de 1891:



“Nunca tanto como en aquel instante decisivo y supremo resaltara a sus ojos la semejanza de la linda ciudad con un cuerpo de mujer, bien ceñida por torneado corsé la delgada cintura, y sueltos a partir de ella los pliegues de la faldamenta amplia y rumorosa. Dos conchas llenas de esmeraldas parecían los dos mares, el de la Bahía y el del Varadero, que comprimían a derecha e izquierda el esbelto talle de la ciudad; y el nevado caserío, con sus fachadas de miles de cristales, heridas por el Poniente, fingía sobre aquel talle primoroso el culebreo de un bordado de lentejuelas destellando a la luz de una tea roja...”



Desde el interior de su casa leí el texto sobre la fachada de la iglesia de Santiago que ella veía permanentemente:

"Verdad que por el otro lado, (…), orientado al naciente, la virazón marítima calla y no se oye más que el goteo argentino de la lluvia en los cristales.

Pero se ve –tan cerca que se me viene encima, que me parece estarla tocando, y entre una piña de bohardillas, tejados y chimeneas- la fachada gótica de la iglesia de Santiago; vista muy adecuada para producirme esa emoción especial que me causan los monumentos de otras épocas, y que a la larga, llega a ser dolorosa.

Entre las piedras mal unidas rompen a veces unas matas vivaces de silvestres alelíes: pero raro es que apenas abren sus ojos amarillos no los mande arrancar el buen párroco, celoso del ornato de la fachada. Y ésta se queda monda y lironda, gris y pálida, con su cornisa cuarteada por el peso de los años, su pórtico de arco apuntado, señalando ya la ojiva, y sus dos santos de piedra que sostienen el arco y se miran inmóviles, siempre desde la misma distancia, a guisa de almas enamoradas que no pueden jamás reunirse..."

E imaginé a nuestra escritora queriendo salir de esa pesada visión de la iglesia y abrirse a la luminosa vitalidad de horizontes más libres, y más livianos.


Fuentes:

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