11.8.23

Familia Las Llamas


 En una aldea de la Asturias occidental de unos 60 habitantes, situada en un paisaje idílico en lo alto de un otero, se encuentran edificaciones cerradas, antiguos establos, casas y escuela vacías, paradas de autobús por donde no pasa nadie, aperos de labranza sin utilidad en grandes cobertizos. Todo ello habla de una intensa actividad en años anteriores con voces de niños en las calles y el trajín cotidiano del trabajo en el campo salpicado de vacas lecheras de postal. Hoy también aquí se ha producido el éxodo rural como en una gran parte de España. Ya no hay niños en las calles, la escuela se cerró, ni jóvenes inmersos en las tareas de la ganadería, ni variedad de pájaros en los árboles. La población envejeció y los que quedan aún resisten mientras las fuerzas se lo permitan aferrados a su pedazo de huerta pero con los establos vacíos.
En este espacio difícil se encuentran unas cuantas islas que reclaman mi atención. Entre ellas dos granjas enormes de vacas lecheras que conforman un micromundo extraordinario gracias al esfuerzo de las mujeres. Una de ellas es la Granja Familiar Las Llamas. Gracias a su generosidad me abren las puertas y me adentro en un mundo desconocido para mí que me impresiona. La granja, fundada allá en 1875 por Ernesto y Pilar, ha ido creciendo gracias al esfuerzo posterior de Jorge, su hijo, y Cándida que llegaron a tener 113 vacas. Las circunstancias adversas de la vida puso a la familia al borde de la quiebra por la enfermedad del padre, Jorge. La descendencia era femenina, tres hijas, y en un alarde de coraje decidieron todas las mujeres sacar adelante la granja. Con 23 años Verónica, que había estudiado Formación profesional, se puso al frente junto con su madre y luego se sumaría Almudena, la más pequeña, que había estudiado Auxiliar de enfermería y puericultura. A partir de ese momento sus vidas cambiaron y la granja pasó a ser la prioridad absoluta. La energía de la juventud, la ilusión por mejorar las condiciones de la granja les ha hecho ser merecedoras del premio a la mejor ganadería de España en su categoría en 2011 y en 2017 Premio a la calidad de su leche otorgado por Danone.
Al margen de los datos y de la historia, me quedo fascinada por el intenso trabajo que realizan diariamente, las vacas no saben de fiestas o fines de semana, y requieren un cuidado constante y un ordeño dos veces al día que ocupa alrededor de dos horas cada vez y ello gracias a la incorporación de las técnicas de ordeño en unas instalaciones exprofeso para ello. Además de la programación de las inseminaciones necesarias para que tras el parto puedan producir leche durante 7 meses, separar a las gestantes de las que están descansando durante dos meses, las terneras nuevas que esperan alcanzar la edad de procreación, la renovación de las cabezas ya improductivas, la venta de los terneros macho que no son útiles en la granja… los controles sanitarios, la informatización de todo el proceso… la gestión de la comercialización de la leche, de los datos de hacienda… y un sinfín de tareas que requiere una explotación de estas características. Otro apartado fundamental es la alimentación de las vacas con el mejor pasto y grano. Los campos plantados de hierba y maíz requieren otro esfuerzo extraordinario, a ello se dedican Rubén y Miguel, los compañeros de Verónica y Almudena, con una gran variedad de maquinaria que favorecen la gestión de grandes extensiones de terreno con una adecuada sincronización. Y a todo ello hay que gestionar la vida familiar con los hijos de las dos parejas gracias al apoyo de Cándida, la abuela. Es un microcosmos que funciona gracias al trabajo constante del grupo y a la organización de esta mujer, Verónica, que lo mismo lleva la gestión de la granja como en la sala de ordeño, junto con Almudena, ordeña todos los días dos veces a más de 100 vacas. Es un trabajo agotador y el lamento de estas mujeres es que faltan brazos para desarrollar tanto trabajo y también una revalorización del precio de la leche para poder hacer frente a las subidas desmesuradas de los costes de producción y de alimentación. Un ejemplo de ello me lo puso Rubén: un ternero macho que ellos desechan porque no es válido para la granja, después de nueve meses de gestación y alimentación de la vaca, se lo pagan a 20 euros!!! Pero no hay renuevo generacional, los jóvenes no quieren este tipo de trabajo tan esclavo y las granjas familiares irán desapareciendo cuando sus propietarios se vayan jubilando y el futuro pasará, probablemente, por esas macrogranjas industriales que ya están apareciendo, gestionadas por grandes capitales extranjeros. Y los pueblos ganaderos se extinguirán o se convertirán en instalaciones de turismo donde este mundo pase a ser un reportaje de película histórica. Quizás estemos viviendo los últimos años de esta vida sostenida gracias al tesón y la voluntad de las mujeres que siguen defendiendo su vinculación con la madre tierra.
Deberíamos pasar por una granja como ésta para valorar lo que hay detrás de ese vaso de leche fresquita que tomamos en el desayuno o de ese yogur delicioso que nos llevamos a la boca.

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