27.8.20
Domingo de Resurrección 12 abril 2020
Como quien no quiere la cosa llevamos un mes encerrados en casa, en pleno estado de alerta mundial, mirando las calles por los balcones y ventanas mientras los medios de comunicación, radio, televisión e internet dan relación cada día de la cifra de centenares de muertos desconocidos y miles de contagiados que nos deja desconcertados. Las imágenes muestran la impotencia de médicos y sanitarios que empalman turnos y turnos sin poder acudir a todos los necesitados. Y los nombres pasan a ser números que trepan por las decenas, superan varias centenas y se aproximan al millar cada día por una línea que sube y sube mientras los expertos hablan de los esfuerzos para tirar de esa línea y doblegarla hasta someterla.
Siglo XXI, la ciencia ha llevado al ser humano a la Luna, ha sido capaz de recuperar el corazón de un muerto para devolver a la vida a un desahuciado. Es capaz de reproducir partes de un ser humano con sus células madre, puede cultivar alimentos sin tierra y obtener cosechas seguidas sin parar, puede conectar a seres humanos que viven en distintas partes de la tierra y ponerlos a hablar o verse en tiempo real,… Pero no puede frenar los efectos nocivos de un virus que ha roto las barreras de la medicina y ha puesto al planeta entero en cuarentena.
Hoy la ciudad aparecía vacía, era un escenario que ya hemos vivido en películas de ficción, y lo aceptamos sin rebelarnos dado el pánico que nos invade. He pasado por la puerta de la basílica de la Macarena y he visto las ofrendas de flores en su puerta y algunos mensajes escritos por fieles pidiendo protección a su Virgen.
Y de pronto he pensado en las distintas epidemias que han destrozado las vidas de la ciudad de Sevilla a lo largo de los siglos. Y he comprobado que los miedos, las incertidumbres, las reacciones, las respuestas siempre son las mismas. Por ejemplo la epidemia de 1649, según los estudios más recientes, se llevó al 46% de la población, al menos 60.000 personas. Los testimonios de la época resultan tan actuales que estremece solo leerlos.
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