27.8.20
Lluvia 01 de abril 2020
Llueve, llueve a raudales bajo un cielo gris plomizo, iluminado a veces por un rayo inesperado seguido de un trueno como un choque de piedras en un descampado.
Llueve como una lluvia rabiosa de infancia, con la angustia de mi madre aterrorizada apagando las luces, cubriendo los cuadros, escondiendo las tijeras, subiendo los pies a la tarina del brasero y abrazándonos a mi hermana y a mí mientras una y otra vez musita “santa Bárbara bendita…”y no recuerdo más… así acurrucadas en unas tardes de tormenta, siempre era por la tarde, no sé por qué, y el cuarto quedaba en una penumbra donde permanecíamos escondidas para que la tormenta se olvidara de nosotras.
Luego, poco a poco el torrente de agua bajaba su ritmo, pasaba a lluvia serena, mansa, como arrepentida o calmada y poco después la lluvia era imperceptible, fundida con las voces vecinas, más valientes, de quienes asomaban sus cabezas por el postigo de la puerta y comentaban el caudal de agua que pasaba por la calle empedrada precipitadamente hasta engrosar los ríos de las calles más bajas.
Mientras escribo esto he sentido el corazón de mi madre latiendo apresuradamente por el miedo al horror de la tormenta, de los rayos, de los desastres de una naturaleza desatada.
Pero aquí, ahora, tras mi ventana, el gris del cielo se ha ido tornando en nubes blancas, algodonosas, que dejan paso a un azul intenso, limpio, con la luz tímida, tremulante, reflejándose en las fachadas laterales. La lluvia ha cesado, quedan algunos charcos de testigos de la rabia del cielo y algún coche pasa y produce unas alas hermosas con el agua de las calles.
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